Introducción
“Pensar no es el
todo de la educación, pero la educación no puede tener éxito sin el pensar. (…)
Esperaría que los salones de clase hayan sido transformados en comunidades de
indagación en donde los niños y jóvenes estén activamente comprometidos en tomar
la responsabilidad de su propia educación”Matthew Lipman
(2001).
El origen de la comunidad de indagación, según Mónica
Velasco, radica en la tradición filosófica occidental y su conexión con
la verdad.
Desde finales del siglo pasado y en busca
de estrategias de argumentación se propone la aproximación a
la verdad desde una indagación, es entonces cuando se asume la
propuesta y se implementa una metodología para generar un diálogo
filosófico con los alumnos, para entendernos de una mejor manera y buscar
que esta comprensión, se traduzca en una opción de vida.
Información Para Padres y
Maestros
Checho y Cami es una novela filosófica
dirigida a niños entre 4 y 6 años de edad, época en que generalmente éstos se
encuentran en la educación preescolar o en los primeros grados de la educación
básica. Inspirada en el trabajo pionero del filósofo norteamericano Matthew
Lipman -cuyos textos filosóficos para niños se encuentran ya traducidos a más
de veinte lenguas diferentes- ésta es la primera novela filosófica para niños
que se escribe en Colombia. Su autor, el profesor Diego Antonio Pineda R., es
Profesor Asociado de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad
Javeriana, de Bogotá.
A partir de la historia de
amistad entre un niño (Checho) y una niña (Cami) se ofrecen pistas para
explorar diversos temas filosóficos a partir de la experiencia vital de niños y
niñas. A lo largo de sus veinte episodios, y recogiendo situaciones en que el
autor reinterpreta imaginativamente situaciones vividas por niños y niñas
reales, hay elementos para pensar los más diversos temas filosóficos,
especialmente aquellos que por esta época pueden provocar un interés mayor por
parte de éstos, como la amistad, el habla, las preguntas, el significado del
juego, la escucha, los sentimientos, la mente, las mentiras, los secretos o el
amor por los animales.
En el manual para el maestro
que acompaña esta novela, que tiene por titulo Explorando nuestras mentes, se
podrán encontrar múltiples orientaciones para la lectura y discusión de este
texto. Lo importante es que, a partir de ello, se empiecen a construir las
condiciones para la conformación en el aula de clase de una pequeña comunidad
de indagación filosófica en la cual los niños, bajo la orientación de un
adulto, se plantean preguntas, construyen hipótesis de respuesta, revisan sus
formas de razonamiento, examinan el lenguaje que utilizan y, en general, van
adquiriendo, en la práctica misma, los hábitos propios de la investigación
filosófica.
Aunque inicialmente la novela
ha sido pensada para ser trabajada en el aula de clase, también la pueden leer
los padres con sus hijos. En cualquier caso, lo importante es que se haga una
lectura atenta y reflexiva y, tras la lectura de cada episodio, se puedan
trabajar algunos de los ejercicios y planes de discusión propuestos en el
manual, de manera tal que los niños vayan adquiriendo hábitos intelectuales
básicos que vayan formando en ellos disposiciones para una reflexión a la vez
abierta y rigurosa.
Las herramientas que se
ofrecen en dicho manual, sin embargo, deben ser manejadas con un buen grado de
creatividad y libertad por parte del adulto (padreo maestro).
El autor de la novela y el manual, el Prof. Diego
Antonio pineda R., es Licenciado en Filosofía y Magister en Filosofía de la
Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá. Es Profesor Asociado de la misma
universidad y, desde hace ya varios años, viene promoviendo en Colombia el
trabajo filosófico con los niños.
EPISODIO 1
¡Holas!
¿O debería, más bien, decir
simplemente “¡Hola!”?
No. Ustedes son muchos.
En cambio yo soy uno solo.
Si fuera a hablar sólo con mi
amiga Cami, le diría “¡Hola!”. Pero quiero hablar con todos ustedes. Quiero
contarles muchas cosas.
Y espero que también ustedes
me cuenten muchas cosas.
Lo primero que les quiero
contar es que me llamo Checho.
No sé por qué.
Igual podría llamarme Chacho.
O Chicho.
O Chocho.
O Chucho.
Pero no. No es posible. Si
fuera Chacho, tendría que ser un chacho. Y no me siento un “chacho”. Soy una
persona normal, un niño como cualquiera de ustedes.
Y “Chicho” suena muy raro.
Suena como a “chicha”, que, según mi papá, era una cosa que tomaban los indios
y que hacían con el maíz que, primero masticaban en la boca, y luego lo
escupían.
¡Uf! ¡Qué porquería!
Ni puedo ser Chocho. Eso es
otra cosa. Y, para ser chocho, toca ser viejito. Y yo no soy viejito.
Y, si me llamara Chucho,
seria porque, cuando chiquito, me pusieron
Jesús.
¿Ven? Soy Checho.
Alo mejor ustedes creen que,
de verdad, me llamo Sergio.
Tal vez sea así, pero nadie
me dice de esa forma. Y uno se llama como le dicen, Por eso me llamo Checho.
¡Qué enredo! Y todo para
decir lo mismo que ya había dicho.
¿Valdrá la pena complicarse
tanto para decir algo tan sencillo?