jueves, 21 de noviembre de 2013

COMUNIDAD DE INDAGACION

Introducción

 “Pensar no es el todo de la educación, pero la educación no puede tener éxito sin el pensar. (…) Esperaría que los salones de clase hayan sido transformados en comunidades de indagación en donde los niños y jóvenes estén activamente comprometidos en tomar la responsabilidad de su propia educación”Matthew Lipman (2001).



El origen de la comunidad de indagación, según  Mónica Velasco, radica en la tradición filosófica occidental y su conexión con  la  verdad.

Desde  finales del siglo pasado y en busca  de estrategias de argumentación se propone la  aproximación  a la verdad desde una  indagación, es entonces cuando se asume  la propuesta y se implementa una  metodología para generar un diálogo filosófico con los alumnos, para entendernos de una mejor manera y buscar  que esta comprensión, se traduzca en una opción de vida.

Información Para Padres y Maestros

Checho y Cami es una novela filosófica dirigida a niños entre 4 y 6 años de edad, época en que generalmente éstos se encuentran en la educación preescolar o en los primeros grados de la educación básica. Inspirada en el trabajo pionero del filósofo norteamericano Matthew Lipman -cuyos textos filosóficos para niños se encuentran ya traducidos a más de veinte lenguas diferentes- ésta es la primera novela filosófica para niños que se escribe en Colombia. Su autor, el profesor Diego Antonio Pineda R., es Profesor Asociado de la Facultad de Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá.

A partir de la historia de amistad entre un niño (Checho) y una niña (Cami) se ofrecen pistas para explorar diversos temas filosóficos a partir de la experiencia vital de niños y niñas. A lo largo de sus veinte episodios, y recogiendo situaciones en que el autor reinterpreta imaginativamente situaciones vividas por niños y niñas reales, hay elementos para pensar los más diversos temas filosóficos, especialmente aquellos que por esta época pueden provocar un interés mayor por parte de éstos, como la amistad, el habla, las preguntas, el significado del juego, la escucha, los sentimientos, la mente, las mentiras, los secretos o el amor por los animales. 

En el manual para el maestro que acompaña esta novela, que tiene por titulo Explorando nuestras mentes, se podrán encontrar múltiples orientaciones para la lectura y discusión de este texto. Lo importante es que, a partir de ello, se empiecen a construir las condiciones para la conformación en el aula de clase de una pequeña comunidad de indagación filosófica en la cual los niños, bajo la orientación de un adulto, se plantean preguntas, construyen hipótesis de respuesta, revisan sus formas de razonamiento, examinan el lenguaje que utilizan y, en general, van adquiriendo, en la práctica misma, los hábitos propios de la investigación filosófica. 

Aunque inicialmente la novela ha sido pensada para ser trabajada en el aula de clase, también la pueden leer los padres con sus hijos. En cualquier caso, lo importante es que se haga una lectura atenta y reflexiva y, tras la lectura de cada episodio, se puedan trabajar algunos de los ejercicios y planes de discusión propuestos en el manual, de manera tal que los niños vayan adquiriendo hábitos intelectuales básicos que vayan formando en ellos disposiciones para una reflexión a la vez abierta y rigurosa.

Las herramientas que se ofrecen en dicho manual, sin embargo, deben ser manejadas con un buen grado de creatividad y libertad por parte del adulto (padreo maestro).

El autor de la novela y el manual, el Prof. Diego Antonio pineda R., es Licenciado en Filosofía y Magister en Filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana, de Bogotá. Es Profesor Asociado de la misma universidad y, desde hace ya varios años, viene promoviendo en Colombia el trabajo filosófico con los niños.



EPISODIO 1
¡Holas!
¿O debería, más bien, decir simplemente “¡Hola!”?
No. Ustedes son muchos.
En cambio yo soy uno solo.
Si fuera a hablar sólo con mi amiga Cami, le diría “¡Hola!”. Pero quiero hablar con todos ustedes. Quiero contarles muchas cosas.
Y espero que también ustedes me cuenten muchas cosas.
Lo primero que les quiero contar es que me llamo Checho.
No sé por qué.
Igual podría llamarme Chacho.
O Chicho.
O Chocho.
O Chucho.
Pero no. No es posible. Si fuera Chacho, tendría que ser un chacho. Y no me siento un “chacho”. Soy una persona normal, un niño como cualquiera de ustedes.
Y “Chicho” suena muy raro. Suena como a “chicha”, que, según mi papá, era una cosa que tomaban los indios y que hacían con el maíz que, primero masticaban en la boca, y luego lo escupían.
¡Uf! ¡Qué porquería!
Ni puedo ser Chocho. Eso es otra cosa. Y, para ser chocho, toca ser viejito. Y yo no soy viejito.
Y, si me llamara Chucho, seria porque, cuando chiquito, me pusieron
Jesús.
¿Ven? Soy Checho.
Alo mejor ustedes creen que, de verdad, me llamo Sergio.
Tal vez sea así, pero nadie me dice de esa forma. Y uno se llama como le dicen, Por eso me llamo Checho.
¡Qué enredo! Y todo para decir lo mismo que ya había dicho.
¿Valdrá la pena complicarse tanto para decir algo tan sencillo?